lunes, 19 de junio de 2017

Es difícil predecir cuándo se puede producir otro sismo


La introducción o el empuje que se da continuamente desde la placa oceánica o la de Nazca bajo la Sudamericana es la que genera movimientos sísmicos en gran parte del territorio nacional, con énfasis en la región altiplánica (Potosí y Oruro) y la región de la provincia Ichilo. Los países de la costa del Pacífico, como Chile, Perú, Ecuador y Colombia, son los más afectados por el fenómeno y esos movimientos se reproducen, aunque con menor intensidad en Bolivia, particularmente en las zonas mencionadas, sin ignorar a Cochabamba, en cuyo territorio se ha registrado el sismo de mayor intensidad de Bolivia en 1998, que causó muerte y desolación en Aiquile y Totora.


De acuerdo con la información del ingeniero Teddy Griffiths, responsable de analistas del Observatorio San Calixto, el último sismo registrado a 14 kilómetros al sur de Yapacaní, el 11 de este mes, con una magnitud de 4,9 grados y a una profundidad de 18,4 kilómetros, fue más leve que el que se produjo casi en la misma zona el 23 de enero de 2010, que registró una magnitud de 5,1 grados y que causó problemas mayores. La frecuencia de estos fenómenos no puede predecirse, aunque sí estimarse, pero con un alto índice de probabilidades de error.
La mayoría de estos sismos se da desde la formación del Oroclino boliviano.

Oroclino
El Oroclino boliviano, también llamado ‘El codo de Arica’ o ‘El bumerán’, es la curvatura que se forma en la cordillera de los Andes, específicamente en su parte central. El Oroclino es el resultado de la subducción entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana, la cual, por medio de sus cambios de velocidad y ángulo de subducción, da diferentes características tectónicas e ígneas a la cadena montañosa de los Andes.

Los límites del Oroclino no se encuentran bien definidos; sin embargo, una de las características más importantes que presenta es la deformación de las unidades geológicas, según la definición técnico-científica descrita en Wikipedia.
Griffiths dijo que no se puede pronosticar cuándo se producirá un movimiento sísmico, pues todo está en función a la energía que se vaya acumulando por el movimiento de las placas en el área de influencia.

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