miércoles, 29 de abril de 2015

A 3 días del terremoto la angustia y la deseperación se apoderan de Nepal

Los aviones que salen de Nepal llevan consigo horas de drama, cansancio y trauma; los que entran angustia y el temor al dolor que cientos de nepalíes saben que les espera en sus casas, las de sus padres y hermanos por culpa de un terremoto que les ha cambiado la vida sin tan siquiera haberlo sentido.

"Mi hija se ha ido, desde el sábado. Fue a la iglesia y solo sé que se ha ido, no sé adonde, eso es lo que voy a ver, pero se ha ido", dijo a Efe Ranjiv, un chófer de 35 años que trabaja en una embajada en Nueva Delhi y ha vuelto a Nepal.

Es de Sindhupalchowk, lejos de Katmandú, y lleva cuatro días sin lograr hablar con su madre, que vive allí con la hija por la que tanto él como su esposa trabajaban en la India.

Lo que sabe lo escuchó de alguien que le dijo que su pueblo fue devastado por el terremoto, pero él quiere verlo con sus ojos.

"Vengo yo porque sé que podré soportarlo, ella no sé", relató hablando de su mujer, al explicar cómo desde el aeropuerto de Katmandú le queda un día y medio de caminata a su casa porque la carretera aún está bloqueada.

"¿Qué más puedo hacer? Si tengo que caminar un día, dos días o tres lo haré", afirmó con un gesto insensible a sus palabras.

Viaja con medicinas porque dice que no sabe si alguien las necesitará cuando llegue, subrayando que no espera que nadie del Gobierno de su país "mueva un dedo" por ayudarles.

Como Ranjiv, Tej Thapa, otro nepalí de 30 años emigrante en la India, se queja de que todo el mundo habla de Katmandú tras el terremoto que el pasado sábado dejó más de 5.000 muertos y miles de heridos, pero nadie dice nada de los pueblos lejanos, de las villas en las que nadie ha podido recibir ayuda aún.

"Hablé con mis padres, están bien, tuvimos suerte, nuestra casa es la única que aguantó en todo el pueblo", relató.

Es de Han Salang, una villa del distrito Dhading, adonde llegará con comida de bebé para su hija, medicinas y todo lo que pudo acaparar para repartir entre su familia y vecinos.

"Nadie está haciendo caso a lo que ha ocurrido en el resto del país, esto ha sido horrible en Katmandú, pero va a ser mucho peor en las pueblos", declaró indignado.

Pratiksha, de 25 años, ha llegado a Nepal a recoger a sus padres, ya mayores y que desde hace cuatro días contemplan desde la acera de enfrente los restos de la casa que levantaron con años de trabajo.

A pesar de ser de la capital, está indignada por el abandono que están sufriendo los pueblos del resto del país y afirma resignada que la gente de fuera de Katmandú está abandonada a su suerte.

"Nadie sabe cuánta gente hay en los pueblos de Nepal. En Nepal no tenemos censos como en el resto de países, no sabemos dónde vive quién ni si en una habitación duermen 10 ó 20 personas", explicó.

Subrayó que lo que es seguro es que en aldeas y pueblos vive "gente de más edad que no se fue a la capital como los jóvenes y que, por tanto, necesitan mucha más ayuda porque son mucho más vulnerables".

Directora de márketing de una empresa en Bangalore (sur de la India), Pratiksha dice que la incapacidad del Gobierno nepalí es el resultado de un país con gente muy pobre y muy rica que vive fuera, que lleva siete años en transición hacia una democracia que tropieza con cada Gobierno que sistemáticamente fracasa desde el fin de la monarquía.

"Voy a recoger a mis padres y traerlos, cuando vuelva voy a dejar mi trabajo y volver a Nepal a ayudar como trabajadora social, hay mucha gente que me necesita allí", afirmó con el viso severo y frío.

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