jueves, 16 de febrero de 2012

EEUU vuelve a autorizar centrales nucleares un año después de Fukushima

Estados Unidos puso la semana pasada fin a una moratoria nuclear de más de 30 años justo cuando está a punto de celebrarse el primer aniversario del accidente de Fukushima y pese a las últimas críticas sobre seguridad en centrales.

Este miércoles, la Comisión Nuclear Reguladora (NRC) volvió a pedir más controles de seguridad en una de las 65 centrales nucleares del país por errores en el control de estas complejas instalaciones, bajo la lupa de organizaciones ecologistas desde el accidente de Fukushima el 11 de marzo del año pasado.

Según dijo en un comunicado la NRC, la planta de Palisades (estado de Michigan) cometió el año pasado fallos de seguridad en sus operaciones que, aunque no fueron graves, se suman en pocos días a las críticas sobre los errores que condujeron a una filtración de amoniaco en noviembre en un reactor de la central de San Onofre (California).

Tras el accidente de Three Mile Island en 1979, el más grave jamás ocurrido en un reactor en Estados Unidos, las autoridades federales decidieron no volver a construir nuevas plantas nucleares, pese a lo cual alrededor del 20 por ciento de la energía del país proviene de la fisión atómica.

La semana pasada, menos de un año después del accidente del 11 de marzo en la planta de Fukushima Daiichi, el más grave tras Chernóbil, EEUU puso fin a esta moratoria al aprobar la construcción de dos nuevos reactores en Georgia para hacer frente a la mayor demanda eléctrica y reducir la dependencia en combustibles fósiles.

Aquella aprobación no estuvo tampoco exenta de polémica, cuando el propio presidente de la NRC, Gregory Jaczko, se opuso a la aprobación y dijo que debería existir una cláusula que obligue a que se tomen medidas para evitar problemas de suministro eléctrico en caso de terremotos o inundaciones.

"Simplemente no puedo ignorar lo que pasó en Fukushima", dijo Jaczko, cuya oposición no fue suficiente en la votación del organismo regulador para frustrar la autorización a la eléctrica Southern.

Al igual que en otras partes del mundo, la catástrofe de Fukushima despertó al movimiento antinuclear y llevó a la NRC a pedir una revaluación de las medidas de seguridad ante desastres naturales de los 104 reactores del país, así como más expertos en sismología.

La NRC ha reiterado desde el comienzo de la crisis en Fukushima que la posibilidad de que ocurra un accidente similar al de Japón en Estados Unidos es muy limitado, ya que sólo el noroeste del país existe una zona de subducción entre placas como la que ocasionó el terremoto de 9 grados y el posterior tsunami del 11 de marzo.

No obstante, existen dos plantas, la de Columbia, en el estado de Oregón, y la de Diablo Canyon, en California, -situada, como Fukushima, al borde del mar- que se levantan cerca de choques de placas similares a los que se dan en Japón y que están diseñadas para aguantar sismos de hasta 7 grados.

En el año 1700 el norte de California sufrió un terremoto de magnitud similar al del noreste de Japón, lo que también causó un tsunami que llegó a cruzar el Pacífico, según datos del Servicio Geológico Nacional de EEUU.

Otra planta californiana, la de San Onofre, se encuentra en una zona de alto riesgo sísmico a orillas del mar, aunque la NRC ha reiterado que el riesgo de una catástrofe en esa zona es mínimo y que las medidas de seguridad son suficientes.

Pese a todo, algunas empresas eléctricas propietarias de plantas nucleares han decidido tras la crisis de Fukushima extremar sus sistemas de control y las medidas de respaldo ante una emergencia para evitar que, como en el caso de Japón, los reactores pierdan el suministro eléctrico y la capacidad de refrigeración.

La pérdida de electricidad de los sistemas de emergencia para refrigerar los núcleos y las piscinas de combustible usado fueron la causa principal de una cadena de fallos que permitió que el material radiactivo contaminase el exterior y obligase a la evacuación de decenas de miles de personas.

Las plantas nucleares estadounidenses están preparadas desde los atentados terroristas del 11 de septiembre para hacer frente a imprevistos en el suministro eléctrico y fallos generales en los sistemas de seguridad del núcleo del reactor.

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