miércoles, 12 de enero de 2011

La difícil y traumática reconstrucción de Haití

Desde la comodidad del sofá de cualquier país desarrollado, cuyo orden de prioridades depende de si a fin de mes habrá dinero para comprar el último chisme del imperio tecnológico, la pregunta se plantea sencilla: ¿será el terremoto el revulsivo para que Haití parta de cero?

Esta pregunta rondaba la cabeza de buena parte de los responsables de las organizaciones no gubernamentales de asistencia humanitaria poco después de desastre que registró más de 200 mil muertos, 300 mil, según las autoridades locales.

Un año después, la respuesta no puede ser otra que comprobar sobre el terreno que Haití es un caos donde, a pesar de la ayuda comprometida por la comunidad internacional, ni siquiera se ha colocado la primera piedra de la reconstrucción.

Viviendo entre los escombros

De acuerdo a un informe especial de Médicos del Mundo, publicado por el periódico español ABC, “de los 10.000 millones que deben destinarse, apenas han llegado unos pocos cientos y sólo el 4% de los escombros ha sido retirado”. Para otra organización no gubernamental, Acción Contra el Hambre, “el panorama es simplemente desolador. Ya no es posible mantener al millón de refugiados en los campamentos”.

Un paseo por la capital, Puerto Príncipe, permite comprobar que esta apreciación no es exagerada. En medio de los humores de la disputa electoral y de las denuncias de fraude corroboradas por la propia Organización de Estados Americanos, el lunes 10 de enero, un hombre apareció el cadáver de un hombre a quien los equipos de rescate llamaron “Pierrot”. Su familia lo buscó durante 363 días sin desmayo.

250.000

MUERTOS causó el terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter del 12 de enero de 2010 en Haití.

“¿Cómo le puedes explicar a esta gente que su padre, el hombre que llevaba el pan a casa, había sido dado por desaparecido? Ellos nunca se rindieron, aunque el desenlace no fue el que esperaban”, relata Rosser Baforrull, una joven cooperante catalana de Acción contra el Hambre.

“Seguro hay más cadáveres entre las toneladas de escombros”, asegura a la AFP Jean Duprés, miembro de una brigada de rescate para la que no existe descanso posible a pesar de la oposición de cientos de vecinos que ocupan calles, plazas y descampados donde han instalado su propio campo de refugiados. Lo peor de esta iniciativa vecinal es el haber ignorado las recomendaciones sobre tratamiento de residuos y salubridad.

Nadie vuelve a casa por temor a los derrumbes
En la ciudad de Jacmel nadie quiere volver a casa, aunque los ingenieros estadounidenses pertenecientes a una iglesia baptista les han asegurado que son estables y seguras.

“Se niegan en rotundo. Se fijan en una grieta en una pared y piensan que la casa se les vendrá encima”, dice descorazonado Jack Mullins, pastor de la Iglesia del Séptimo Día a Sky News, cuyos reporteros gráficos se entretienen fotografiando a los niños que corren en tropel detrás de un descosido balón de fútbol.

En el improvisado campamento de refugiados las letrinas y los plásticos para cubrirse del sol son el mobiliario urbano habitual, que contrasta con las viviendas prefabricadas construidas por la cooperación canadiense que, paradójicamente, están deshabitadas porque según los propios ciudadanos “no son como estamos acostumbrados a vivir tradicionalmente”.

De cualquier modo un millón de haitianos ha transformado en precarias ciudadelas el millar de campamentos de refugiados. “Estamos peor que hace un año. ¿Qué se hace con el dinero entregado? Las ONG no hacen más que guardárselo en el bolsillo” protesta Branche D'or, jefe de campamento.



La solidaridad extranjera se detuvo cuando empezaba la reconstrucción
La solidaridad extranjera con Haití fue “impresionante” por su rapidez y eficacia en la emergencia provocada por el terremoto del 12 de enero pero se detuvo al iniciarse la reconstrucción, en buena medida porque las instituciones internacionales y estatales no se adecuaron al desafío.

La evaluación de Rubem Cesar Fernandes, director ejecutivo de Viva Río, organización no gubernamental brasileña presente en Haití desde 2004, subraya la necesidad de “inventar, de innovar institucionalmente en las agencias internacionales” para accionar la cooperación con la urgencia necesaria.

“Se deben encaminar proyectos con sus fondos a instancias medias y locales del poder público e involucrar a las ONG y empresas con soluciones, ante la ineficacia del procedimiento jerárquico tradicional a través del Gobierno central”, ejemplificó Fernandes, en entrevista telefónica con la agencia IPS desde Puerto Príncipe.

Existe, según él, una “incapacidad de diálogo entre el conocimiento internacional y el local”, entre los líderes políticos tradicionales de ese país caribeño, que son poco ejecutivos, y los gestores de los recursos internacionales, como Bill Clinton, ex presidente estadounidense y actual co-presidente de la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití.

En consecuencia, muchos planes nacionales son ignorados, como el de la restauración del centro de Puerto Príncipe, elaborado hace casi 20 años “con interesantes ideas urbanísticas” y de desarrollo sostenible.



El cólera: siempre llueve sobre mojado
Para colmo de males, la epidemia de cólera que azota el país antillano se ha cobrado más de 3.500 vidas, sin que hasta la fecha se haya esclarecido el origen del mal.

A fines de noviembre al menos diez personas murieron en enfrentamientos con los Cascos Azules durante varias manifestaciones contra la presencia de los efectivos militares de la ONU acusados de propagar el cólera.

A ello se agrega la incertidumbre política. Si las autoridades electorales haitianas aceptan un informe de la Organización de Estados Americanos, Mirlande Manigat y Michel Martelly deben ir a segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Haití, en medio de comprobadas denuncias de fraude electoral, destaca Prensa Latina.

“Pero un cambio de Gobierno no es la solución al problema de fondo”, explica el consultor Raymond Camps.

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